La Basílica de Santa Maria sopra Minerva es una basílica menor de Roma situada en el barrio de Pigna, en la plaza de la Minerva, cerca del Panteón.
Fue en el convento adyacente a la iglesia donde, el 22 de junio de 1633, el padre de la astronomía moderna Galileo Galilei, sospechoso de herejía, abjuró de sus tesis científicas para salvar su vida de la condena de la Santa Inquisición.
Es uno de los pocos ejemplos de arquitectura gótica en Roma. La basílica alberga los restos de varios personajes importantes, entre ellos Catalina de Siena, proclamada Doctora de la Iglesia en 1970 - compatrona de Roma, Italia y Europa. Ingresó en la Orden de la Penitencia de Santo Domingo y dedicó toda su vida «al honor de Dios y a la salud de las almas». Trabajó por la paz en una época - aquella- de guerras y luchas fratricidas, y consiguió convencer al Papa Gregorio XI, que entonces se encontraba en Aviñón, para que regresara a Roma como obispo de la ciudad (1377). A lo largo de su vida mantuvo una intensa actividad epistolar con papas, reyes, reinas, religiosos y gentes del pueblo, incitando a todos a vivir cristianamente y a seguir la voluntad de Dios.
Catalina supo llevar una acción incisiva hasta las más altas instancias de la política y de las instituciones civiles y eclesiásticas de la época, con el fin de restablecer la concordia y la paz entre los pueblos; Catalina tampoco se vio ciertamente favorecida por su condición femenina, recordemos que vivió en una época en la que las mujeres eran poco tenidas en cuenta. Sin embargo, esta joven de condiciones tan modestas alcanzó, en los breves treinta y tres años de vida terrena que le fueron concedidos, cotas que aún hoy nos sorprenden. La santa de Siena puede considerarse la precursora del humanismo cristiano, portadora de un mensaje que sigue siendo relevante y válido para el hombre contemporáneo de hoy. Mensajera de paz entre los poderosos, se enfrentó a reyes y reinas, gobernantes y hombres de Iglesia, a los que simplemente pidió que convirtieran sus corazones y pusieran la caridad al servicio del bien de todos, como escribió en todas sus cartas, en las que se refleja una fuerte moral y una gran espiritualidad. Pero sobre todo Catalina vivía constantemente en y por el fuego de la palabra, y a este respecto había escrito: «En tu naturaleza, Divinidad Eterna, conoceré mi naturaleza. ¿Y cuál es mi naturaleza? ¿El amor inestimable? Es fuego, porque tú no eres más que el fuego del amor. Muy devoto de Santa Catalina fue Pier Giorgio Frassati (06.04.1901-04.07.1925) el hombre a quien Filippo Turati describió como el «joven rico (que) había elegido para sí el trabajo y la bondad». Creyente en Dios, confesaba su fe con una abierta manifestación de culto, concibiéndola como una milicia, como un uniforme que se lleva ante el mundo, sin cambiarse al atuendo habitual por conveniencia, oportunismo, respeto humano». El Papa Juan Pablo II le había llamado «el chico de las ocho Bienaventuranza», protector de la juventud de la Acción Católica, era un ferviente amante de Dios y de la Montaña. A lo largo de los pasillos de la Iglesia, con ocasión del centenario de su muerte y para celebrar su canonización el 3 de agosto de 2025, durante el Jubileo de la Juventud, se exponen fragmentos de sus cartas y oraciones.
